Las inyecciones de toxina botulínica son bien conocidas por su uso para atenuar las arrugas. Aunque la eliminación de arrugas es el uso más común, no es el único. El primer uso de las inyecciones de toxina botulínica surgió hace décadas. Se destinaba al tratamiento de ciertos problemas oculares. Desde entonces, los médicos han descubierto que las inyecciones pueden ayudar a tratar todo tipo de afecciones.
Es una de las toxinas más potentes que existen en la naturaleza. Provoca botulismo, una forma poco frecuente, pero posiblemente letal de intoxicación alimentaria.
Puede parecer extraño que algo tan peligroso pueda ser útil. Pero las mismas propiedades que hacen peligrosa a la toxina botulínica también la hacen útil. Actúa bloqueando las señales nerviosas que ordenan a los músculos tensarse o contraerse. Cuando esto se produce en los músculos que controlan la respiración, puede provocar asfixia. Sin embargo, hay enfermedades en las que los músculos se contraen demasiado o en un momento inoportuno. Las inyecciones de toxina botulínica pueden tratar estas afecciones obligando a los músculos a relajarse.
También puede aliviar ciertos tipos de dolor. Se ha demostrado que alivia migraña. Puede bloquear la capacidad del cuerpo para producir sudor. Por lo tanto, puede tratar enfermedades en las que el cuerpo produce demasiada cantidad de este.
Se puede tratar el dolor asociado a la endometriosis. La endometriosis se produce cuando el tejido que habitualmente se encuentra en el útero crece fuera de él. Esto provoca dolor en la zona pélvica. Suele tratarse con hormonas o cirugía para extirpar el tejido anormal. Pero, a veces, el dolor persiste incluso después de estos tratamientos. En un pequeño estudio de demostración del concepto realizado en mujeres que padecen endometriosis, se ha descubierto que las inyecciones de toxina botulínica ayudaban a aliviar el dolor.
En los tratamientos con toxina botulínica, se utilizan cantidades muy pequeñas de la toxina solo en el lugar del tratamiento. Cuando se utilizan correctamente, las inyecciones solo afectan el músculo u órgano que se está tratando.
Los efectos secundarios suelen ser leves. Por ejemplo, dolor en el lugar donde se inyecta la toxina, dolores de cabeza leves o síntomas parecidos a los de la gripe. Suelen desaparecer por sí solos.
Dicho esto, la toxina botulínica no está exenta de riesgos. Si no se administra correctamente, la toxina puede extenderse más allá de la zona tratada. En ese caso, puede afectar otros músculos del cuerpo a los que no se desea que llegue.
Esto podría causar debilidad muscular o problemas de la vista, o dificultar el habla, la deglución o incluso la respiración. Debido a este riesgo, los tratamientos con toxina botulínica siempre deben ser administrados por un profesional de la salud autorizado que tenga experiencia en el tratamiento de su afección.
Afecciones que la toxina botulínica puede ayudar a tratar
Estrabismo: Pérdida del paralelismo en los ojos.
Distonía: los músculos se contraen cuando no lo desea. Esto provoca movimientos repetitivos o que su cuerpo se retuerza y adopte posiciones incómodas.
Blefaroespasmo: forma de distonía que provoca el cierre descontrolado de los ojos.
Migraña crónica: historial de 15 o más días de dolor de cabeza al mes, de los cuales al menos ocho son migrañas, durante al menos tres meses.
Hiperhidrosis: sudoración excesiva debajo de los brazos, en las palmas de las manos o en las plantas de los pies.
Vejiga hiperactiva: cuando la vejiga expulsa la orina en un momento inoportuno.
Bruxismo:Pacientes que suelen rechinar los dientes hasta producir un serio desgaste en ellos
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